Un vecino encontró a Nasrudín en la plaza del pueblo buscando algo de rodillas.
— ¿Qué andas buscando —le preguntó.
—Mi anillo. Se me ha perdido.
—Te ayudaré a encontrarlo —dijo el vecino. Y arrodillados los dos, escarbaron entre el pasto. Al cabo de un rato, el vecino preguntó:
— ¿Dónde perdiste tu anillo?
—En mi casa— contestó Nasrudín.
— ¡Santo cielo! ¿Y por qué lo buscas aquí en la plaza?
— Porque aquí se ve más
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