Treinta minutos

Mientras se demoraba la salida de mi vuelo por sobreventa y todos esperábamos arriba del avión, sucedían cosas.

Enredado entre mis piernas se encontraba un bebé de año y tres meses, Pedro se llamaba, sus padres primerisos se encontraban nerviosos porque su hijo caminaba por ahí y no lograban hacerle entender que se quedara quieto con ellos.

Pedro me miraba como pidiendo asilo politico, yo lo abrazaba, jugaba a mostrarle las revistas del free shop y a esconderle un auricular debajo de un vaso plástico.

Los niños son maravillosos y este último tiempo, llamativamente, me dieron ganas de tener mas hijos. Pero claro, todo queda en el plano de la fantasía, el cuento de la Virgen María a mi nunca me cerró.

Marcos, un ingeniero mexicano que viajaba hacia Argentina para desarrollar no se qué cosa del agua potable, me contaba la anécdota de un amigo que era chelista y volvia en avión de Siveria, y el vuelo no despegaba aunque ya estuvieran todos a bordo:

- sr., yo se por qué no estamos despegando, a Ud. le está faltando un pasajero, parece ser que le dijo su amigo a un azafato de la tripulación
- si, cómo sabe eso?
- y su pasajero se llama Chelo Prieto
- si!, asi es!
- pues bien, se trata de mi chelo, el que tengo aqui en el asiento de al lado, a la aerolinea no le entraba en la cabeza que un pasaje no tuviera nombre y apellido, imaginese que yo no hubiera mandado jamás a mi instrumento a la bodega!

Y a mi diestra se encontraba uno de los integrantes del equipo de futbol del panamericano, volviendo de Guadalajara, con sus 19 años, habia vivido su primera experiencia de viajar representando al país!

Me contó con lujo de detalles cómo habia sido ese último partido que los habria hecho quedar en segundo lugar, y las faltas que aparentemente el árbitro no habia contado a su favor.

Minutos mas tarde, despegue mediante, me dispuse a volver a ver "Medianoche en Paris", cómo me gustó esa peli!, cuanto simbolo y poesia!

Treinta minutos en la vida de una persona bien pueden pasar desapercibidos.

O no.