Son las 8 am de un sábado. Lina sale de abajo de las sábanas y lenguetea mi nariz. Me ve entreabrir los ojos, hace un maullido semironco; asumo que me dice buen día. Cierro los ojos, empuja mi cara con su nariz, debe ser que quiere que le de su desayuno.
Me levanto, recuerdo que mis hijos están con su padre; ya en la cocina, Lina rodea circularmente mis piernas mientras le sirvo su comida, mi hija hace lo mismo, algo de gatita ha de tener, pienso.
Pongo "Time after time" en el ipad, que gran invento ese coso, Cyndi toca en versión acústica en el programa de Martha Stewart.
Cuando uno comprende las letras de las canciones las disfruta mas aun.
Escucho a Lina saltar por el techo del cuarto de los chicos mientras preparo mi desayuno, confirmo que se fue a la terraza. La primera vez que lo hizo me asusté, debe hacerlo caminando por la cornisa. Muchos me dijeron que cierre con una red todo el balcón, y yo creo que de ese modo coartaria su lado salvaje.
Ella busca algo en ese balcón, sensación de libertad al llegar alli y que nadie la moleste, quizás más sol...o lo que sea, va porque lo necesita y quiere ir y; es una gata, el riesgo de la cornisa es aceptable.
Pienso en mis afectos, mis amores incondicionales, nunca podria ponerles una red para tranquilizar mis porpios temores; puedo comprometerme a estar siempre que me necesiten, a acompañar y compartir. Pero nunca a coartar su libertad.
Cuando uno comprende el "valor" real de la libertad deja de luchar con molinos de viento y levanta la copa para festejar.
Subamos todos a esa terraza imaginaria en busca de esa sensación que nos da caminar por la cornisa; la gente que nos quiere -a pesar de eso-, siempre estará alli.
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