El 2010 me desafió a dejar de negar una realidad y a hacer un viaje obligado hacia “mon intérieur”. ¿Había opción?, no, no la había. Los hechos guiaron, los sucesos se fueron dando y así comenzó una travesía con horizonte incierto, borroso, no buscado y poco motivador a priori.
Los primeros momentos se asemejaron al tren fantasma del Italpark y mas luego, ya logrando viajar con menos ansiedad y autoexigencia la cosa se fue pareciendo más al paisaje de las rutas de la patagonia.
Con un aparente aspecto exterior infecundo, árido, desolado y a la vez con un corazón fértil, lleno de vida y potencialidad.
Dicen que siempre que llovió paró.
Dicen.
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3 comentarios:
es increíble cómo cuesta por ahí permitirse la felicidad o por lo menos el disfrutar, desmontar la maquinaria que la jungla aceita en lo cotidiano. Viajar al interior es bueno, véngame a visitar
P/D: con ese título pensé: qué lindo que uno los pudiera ubicar en alguna parte de cuerpo no? usté imagine encontrar angustia en una rótula. (bué, no es tan exagerado lo que digo..)
ya sé que es "venga a visitarme" pero me faltó el !! besos
es cierto Adriano, tengo mucha ciudad en mi haber intoxicándome
en cualquier momento me tenés ahí visitándote!
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