Los fines de semana mi abuela solía juntarse con sus hermanas y hermano en su casa.
La reunión consistía en un verdadero ritual. Todos ordenadamente llevaban comida, habia quienes se especializaban en lo dulce y quienes en lo salado.
El único detalle era que hiciera buen maridaje con litros y litros de té, servidos en floreadas tazas de porcelana, bueno, yo las recuerdo de porcelana.
Luego de pasado un rato y una vez llegados los invitados se armaba la mesa de poker. Paño verde, cartas que parecian nunca haber sido utilizadas, fichas de colores y dinero. Alguien se atribuia el rol de cajero y alli comenzaba el juego.
Yo era pequeña, muy pequeña, y me desesperaba por jugar. Vos sentate al lado de alguien en silencio y aprendé, decia mi abuela. Nadie queria sentir la responsabilidad de haberle enseñado a una niña a jugar al poker. Y yo, rodeada de gente "vieja" aprendi. Poker cerrado y abierto, me encantaba "El Ascensor".
Un dia me dejaron ser la cajera, el olor del dinero es uno de los olores mas complejos de describir. Luego pude acomodar fichas de colores en la caja de madera; y el mas memorable de todos esos sábados, fue el día que finalmente me dejaron jugar!
De esa abuela recuerdo, además de que la quería mucho:
- que tenía Parkinson y mi tío la carcaga cuando hacía ruido con el tenedor golpeteando en el plato,
- que cocinaba una tarta de pollo a la gallega increíble!,
- que mirábamos la tv juntas en la cama,
- que tenía millones de adornos que me llamaban la atención y,
- que me enseñó a poner cara de poker.
Recurso atemporal que pongo en práctica en un sin fin de circunstancias.
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1 comentario:
Que rica la empanada gallega de la abuela..!
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