viernes, 28 de enero de 2011

Capítulo I

"En circunstancias normales lo hubiera saludado. Pero ya para cuando había hecho registro de su presencia lo había pasado por alto, yo ya estaba adentro y habia pedido mi licuado.

No podría negarlo, en el mismo instante en el que hice consciente la escena a través de mi propia mirada, creo haber sentido una apnea repentina, no, no lo creo, lo sé, y no fue sólo eso, también experimenté taquicardia y temblor fino comparable al que se produce con la toma de un Betabloqueante.

Dudé en si debía y/o quería cruzar la distancia que nos separaba para saludarlo, hacía tiempo que no me enfrentaba a una situación semejante, y al mismo tiempo pensé que no debia sentirme ni mal por haber ido alli azarosamente ni por no tener una actitud activa.

Transcurrieron segundos y ahora él se anoticiaba sobre mi presencia, a partir de ese momento él también podía decidir y de hecho, lo hizo.

Volví un instante la mirada hacia mi interlocutora, hablábamos de gatos, días atrás me habían explicado que los albinos de ojos celestes solían tener problemas de audición y aprendizaje, de allí que tengan esa fama de carácter poco compatible con ser mascota de niños pequeños.

Habrá pasado por lo menos una hora, él se levantó y parecía irse, pero no, se quedó un rato más por allí, tenía el aspecto de tener un embole tísico, pero esa bien podría ser una sensación mia errada, consecuencia de tener el juicio demasiado nublado a esa altura de las circunstancias.

Luego, autopercibí magicamente haber confirmado mis presunciones, y la placentera sensación de tener la consciencia tranquila".

(Este bien podria ser el inicio de una novela)

1 comentario:

Maisa dijo...

De todo, doy fe.

Aún cuando el gato tenga ojos amarillos...